miércoles, 21 de abril de 2010

recuerdo hacia mis vecinos


Yo guardo un buen recuerdo de todos mis vecinos, sobre todo de aquellos que eran mayores siendo yo una cría, del barrio De la Cebellín, el Campu, la Plazuela, el Charcón (donde yo nací), el Carbayal, y LLuexe. Como a Inés o Lola que jugábamos en el Portal de su casa. Lola tenía una mecedora y alguna vez me dejo sentarme en ella. Me decía: “ya va romper ya ye vieya”. Pura vivía con su padre, un señorín muy educado. Pura adoraba a los niños y también visitaba a los enfermos siempre que su salud se lo permitía. Pepe, que vivía con dos de sus cuatro hijos, uno de ellos Sacerdote: Don José (José Manuel) como le gustaba le llamasen los del Pueblo. A mí me regalo un Misal muy bonito. Aún lo conservo. Yo ese día me sentí la Guaja (niña) más feliz. A Luis, primo de mi Padre y Cartero de la Parroquia, siempre dispuesto a salir en su moto en busca del Médico, medicinas, etc, etc para quienes lo necesitasen. A Margarita, a Victoriano un paisanín que pasaba con les vaques al prau de Millares y nos decía: “ñeñinos, vosotros que corréis bien tórnameles (guiar) que vayan pa la Calella y no me escapen pa el Pueblu”. Nombrarlos a todos sería muy largo no por eso desprecio a ninguno.
De quien no debo olvidarme es de mi otra abuela Josefa que se quedo viuda cuando yo tenía un año. Ella atendía la casa y cuidaba a su Padre mayor. Nos trasmitió valores que a mí me gustaría saber traspasar a los míos. Difícil, pues ahora a veces cambiamos el ser por el tener. Muchas veces mis Padres estaban trabajando en el campo y ella nos daba la comida a medio día, y si no nos gustaba tenía una frase: ¨repuño, cuando vengáis a merendar tenéislo en el fornu¨. Y era cierto: mientras no lo comiésemos no nos daba otra cosa. Casi todas las semanas una o dos veces compartíamos la comida con algún pobre hombre que venía pidiendo. Ella les sacaba un plato de cocido y una taza de leche al banco del portal, y nos decía: “hay que da-yos de comer porque tienen fame. Dar lo que nos sobra no tien ningún méritu.” Cada 15 días si llovía nos mandaba con las madreñas y unas zapatillas al encuentro de mi tío Arsenio, que venía de Gijón en el autocar de Camél. Nosotros íbamos en su busca encantados pues él siempre nos traía caramelos, pues estos entonces, sí que se apreciaban. Los dos fallecieron con solo tres semanas de diferencia. Yo tenía entonces catorce años.

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